En psicología el término resiliencia refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional. Cuando un sujeto o grupo humano es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada, y puede sobreponer a contratiempos o, incluso, resultar fortalecido por los mismos.
Es genetista molecular, ganó el Premio Nóbel de Medicina en 2007
Tengo 71 años: cuanto más estudio, menos sé y más me divierto.
“La mía es una larga historia. Todo comienza durante la Gran Guerra”.
“Mi primer recuerdo es cuando vivíamos en los Alpes tiroleses y la Gestapo vino a buscar a mi madre.”
“Yo tenía tres años y medio.”
“Mi madre, Lucy Ramberg, se enamoró de un aviador italiano: mi padre, Luciano Capecchi, murió en África en la Segunda Guerra Mundial. «eso creo, oficialmente fue declarado desaparecido»
“Pero luego tuvo que criarme sola”.
“Mamá era una poetisa, una intelectual antinazi y presentía que iban a ir por ella.»
“ Por eso vendió todo lo que tenía y les dio el dinero a unos granjeros del Tirol para que cuidaran de mí por si algún día a ella le pasaba alguna cosa.”
“Mamá acabó en un campo de concentración. “
“Los granjeros me cuidaron unos meses, pero un día el dinero de mamá… desapareció. “
“No sé… Algo pasó y…, bueno, yo acabé en la calle…”
¡Dios mío! ¡Si sólo tenía cuatro años!
Sí, cuatro y medio, y después estuve hasta los nueve años sobreviviendo en las calles con una pandilla de chiquillos.
Éramos un grupo de críos y robábamos en pandilla para poder comer «Estuve vagando por los caminos entre Bolzano y Verona, comiendo lo que podía, con otros grupos de niños. Robábamos para comer, nos escondíamos en barriles, en establos, siempre huyendo», recuerda. «Sólo pensaba en comer, evitar el peligro y sobrevivir».
«Recuerdo que siempre tenía hambre”.
Al final me internaron en un hospital en el sur de Verona donde luché contra la fiebre tifoidea que me provocó la malnutrición, desnudo en una cama, durante un año».
En 1945 su madre fue finalmente liberada de Dachau y luego de 18 meses de búsqueda, finalmente lo encontró.
El 6 de octubre de 1946, otra vez su cumpleaños, apareció su madre por sorpresa.
“Le costó dos años encontrarme y mamá decidió que nos fuéramos a América, porque ella tenía allí un hermano el tío Henry, era físico en Princeton. «Lo increíble es que al día siguiente de salir de Ellis Island (el puerto de llegada de los inmigrantes en Nueva York), ya estaba sentado en una clase» , recuerda”
“Fuimos a Filadelfia. No aprendí a leer hasta los 13 años, pero entonces ya sabía todo sobre la vida: me las había ingeniado para sobrevivir.
Y luego seguí estudiando… progresando…
“¡La ciencia de la calle! Siempre he pensado que lo que aprendí entonces con aquellos ladronzuelos, me sirvió después como investigador: una cierta intuición del porvenir…”
En la calle aprendí a confiar en mí.
Yo estaba solo. Creo que mi trabajo de hoy como científico está vinculado a esa etapa.
Mi mente era mi entretenimiento. Todo el tiempo desarrollaba planes que luego tenía que cumplir…
Yo les enseño a mis alumnos a ser pacientes. Les digo que en vez de pasar tanto tiempo pensando en algo, es mucho mejor, Ir y hacerlo.
Pero para eso hay que tener un plan. Una idea de hacia dónde uno quiere ir.
No hay que darle tanta vuelta.
Hay que empezar por algo.
Y desearlo mucho.
“Ahora hay como una sensación de que la gratificación tiene que ser inmediata.
La gratificación es algo que lleva mucho tiempo, esfuerzo, dedicación y paciencia.”
“Y por eso, es gratificante cuando llega.”
Los conocimientos que logró Capecchi junto con sus colegas “son seguidos en la actualidad en cientos de laboratorios en todo el mundo, y con el tiempo conducirán al desarrollo de terapias para los más diversos tipos de cáncer y enfermedades cardíacas”.
“Eso es lo que nos brinda satisfacción, esos logros para la humanidad”, dice
Capecchi siempre sonríe.
Dejó atrás una infancia dura.
Todo lo que le fue adverso le sirvió para crecer.
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