No te divorcies de tus hijos …


Un día decidís marcharte… Ya no sentís amor por esa persona. Decidís empezar una nueva vida y si bien los primeros tiempos sentís nostalgia o te invaden los recuerdos de todo aquello que hasta ayer era parte de tu vida preferís mirar hacia adelante tratando de que tu futuro sea mejor que tu pasado.

Sabes que tu partida es dolorosa, que alguien todavía no cortó los lazos que la unían a vos, pero ya no podes dar marcha atrás: La decisión está tomada… Te vas.

Todos debemos aprender a respetar las elecciones de los demás, debemos por sobre todo respetar la libertad del otro. No podemos pretender que si alguien ya no nos ama se quede a nuestro lado solo porque nosotros seguimos amando. No podemos arrodillarnos, suplicar y retener algo que ya se fue, que decidió dejarnos.

Pero ¿y los hijos?… Entiendo que ya no la amas, entiendo también que se terminó… Pero tus hijos si bien pueden llegar a comprenderte esperan que los ames siempre, que no los olvides.
Muchos padres hoy deciden divorciarse y observan que el amor se terminó, que ya no sienten lo que sentían, que la convivencia con esa persona es muy difícil, que ya nada es como era… Y los hijos presencian la ruptura de ese vínculo que en muchos casos ni mamá, ni papá se acercan a explicarles qué pasó.

De pronto una persona deja de vivir con ellos… de acompañarlos, pero si bien falta su presencia en casa, en el día a día, los siguen acompañando de otra manera. Están ahí cuando los necesitan, dicen ¡Presente! cuando ellos desean sus mimos, sus caricias , su aliento y su contención.

Hay padres que se alejan, no solo de su pareja sino también de su descendencia. Estos hijos sufren en silencio, se sienten abandonados, se enferman muchas veces tratando de llamar la atención, claman por un llamado, buscan respuestas que nunca encuentran… y muchas veces hasta sienten culpa porque creen ser el motivo del alejamiento, de la ruptura de la pareja.

Y ahí están esos padres viviendo en libertad. Alimentando su vida de nuevas experiencias, con proyectos para el futuro, disfrutando de aquellas cosas que habían dejado de lado por vivir en familia. De pronto se sienten libres y como las aves vuelan recorriendo nuevos mundos pero con una gran diferencia: no permiten, no quieren, enseñarles a volar con ellos a sus pichones…

Los dejan en el nido que muchas veces debe ser cambiado por otro padre porque quien se queda con ellos no puede sostenerlo.

Padres que se presentan ante la justicia y ofrecen darles a sus hijos pequeñas cuotas de alimentos que en la mayoría de los casos solo alcanzan para que puedan alimentarse un par de días en el mes.

Padres que visitan a sus hijos cuando pueden o cuando quieren. Son estos padres los que dicen «amar a sus hijos» cuando les preguntan qué sienten por ellos. Pero que desconocen sus avances y sus progresos, sus enfermedades, sus gustos y sus berrinches, sus pasiones o sus broncas y por sobre todo desconocen qué sienten.

Hay ocasiones en que uno de los progenitores los utiliza como arma arrojadiza contra el otro.Día a día, año tras año, les van programando para odiar al padre o a la madre.

Pensemos en nuestros hijos, en el daño que podemos hacerles o que les estamos haciendo…
A vos papá, a vos mamá te pido hoy que te dejes de lado por un momento tu preocupación por vos mismo/a. En muchos casos tal vez el ego es tan grande que nos nubla la visión. En muchos casos es tan grande el amor que sentimos por nosotros mismos que creemos estar actuando bien, o tal vez estamos copiando modelos que creemos perfectos porque así los entendimos pero estamos equivocados.

Jorge Bucay dice:
» Tener un hijo es algo maravilloso, pero no es poca cosa, implica una responsabilidad superior, que dura, en forma gradual, enormemente hasta que tiene dos años, prioritariamente hasta que tiene cinco, especialmente hasta que tiene diez, mucho hasta que tiene quince, y bastante hasta que tiene veinticinco. ¿Y después? Después harás de tu vida lo que quieras. Porque la verdad es que no vas a cambiar gran cosa lo que tu hijo sea, piense o diga con lo que hagas»

Somos lo que elegimos ser. Ser un buen padre depende de esa elección.

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