En uno de los últimos encuentros que tuve con mi Maestro, hablamos sobre el arte de la curación, sobre la facultad de cada cual para convertirse en sanador y de cuáles eran sus condiciones:
“Tan solo hay un requisito indispensable para ser sanador: tener salud suficiente. Si pretendes curar a alguien, has de partir de un cúmulo de energía que exceda, es decir, vas a ofrecer un regalo, con lo cual, has de estar completamente sano. Ya de por sí es bastante sospechoso el pretender dar a otro algo de lo que uno mismo carece ¿no crees? ¿Qué buscas entonces? ¿Reconocimiento por restablecer el funcionamiento normal de un cuerpo? Cúrate primero tú, y luego céntrate en los otros. Es como la advertencia que nos dan en los aviones sobre las intrucciones de la mascarilla de oxígeno: póntela primero antes de ponérsela a tu hijo de cuatro años. No hay nada más contraproducente que realizar lo contrario: acabarás hiperventilando por el pánico y no solo pondrás en riesgo tu vida, si no también la de tu pequeño. Gran lección. Con la energía curativa es absolutamente igual.
Si pretendes sanar a un hermano que sufre, dispones de dos herramientas fabulosas y milagrosas, que puedes utilizar tanto con el prójimo como contigo mismo en cada momento: las manos. Sé que eres maestro de Reiki, y que conoces este instrumento, pero por favor, deja tu mente en blanco y escucha lo que te quiero decir. Las manos son imanes, son iones de pura fuerza. ¿Qué es lo que haces cuando te das un golpe, instintivamente? Eso es, cubres tu parte dolorida con las manos. Ese instinto es natural y curativo de por sí. Es llevar presencia y reconocimiento a la zona dolorida, la parte que necesita ser tenida en cuenta. El principio por el que operan los sanadores o curanderos es exactamente el mismo. Estás diciéndoles: no temas, estoy aquí, te acompaño en tu proceso, tu cuerpo te quiere decir algo, juntos lo vamos a escuchar. No hay medicina más poderosa, y más al abasto de cualquiera. Pero como todo lo útil, de tan cotidiano, lo olvidamos. El tacto, en nuestro ámbito de cultura, casi siempre es sinónimo de sometimiento: el médico osculta un cuerpo como cacharro que no funciona con guantes o palos de madera, o el policia nos cachea por si ocultamos un arma o droga. Es decir, el tacto es el hijo bastardo de la sospecha. Pero si lo que pretendemos es sanar al otro o a uno mismo, lo que hemos de hacer es estar presentes en el proceso, notar nuestro cuerpo, notar el cuerpo del otro. Solamente habitando nuestra casa podremos hacer que el vecino tenga en cuenta la suya, baje y la habite a su vez para evitar que entren los ladrones, que son la neurosis y la enfermedad.
Así que, no hay que dudar en ofrecerse a imponer las manos a quienes estén dolidos, siempre que ellos así lo consientan. Medita durante ese proceso, siente tu respiración y por supuesto, olvida querer sanar. Que el proceso se haga solo. En Reiki utilizáis símbolos para protegeros y potenciar este canal, como timbre que te da acceso a otra cámara, y al que volvéis a llamar para salir de ella. El proceso es lógico y se ha de tener en cuenta: impongamos las manos en nombre de la energía que queramos, para ser su canal, en caso contrario, podremos estar dando nuestra energía en el proceso de sanación, y dejar a la persona pletórica y nosotros quedar abatidos hasta que recarguemos. Como un wifi siempre disponible que obviamos para aportar la energía de nuestra tarifa de datos telefónico: si la agotamos, hasta la siguiente factura andaremos en precario. Es lo mismo.
Las manos sanan porque acompañan”.
Luis Miguel Andrés es profesor de filosofía y consultor personal
Twitter: @_LuuisMigueel_
2 Comments
maria
(28 abril, 2015 - 1:27 am)no tengo palabras solo excelente …dios padre me dio un don maravilloso de poder ver mas allá que otros no ven estoy conectada con el espíritu santo y esto es bueno solo digo gracias
edwin
(12 mayo, 2015 - 2:43 am)muchas gracias por tan maravillosa información, dios nos dio un gran poder que solo muy pocos lo desarrollan, con nuestra aura podemos hacer de todo en el mundo. Saludos